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Parque Isidora Cousiño: El patrimonio como eje de desarrollo social

Texto: Kari Garrido Toledo Fotos: Diego Figueroa

El Parque Lota, fundado en 1870, es un lugar único en la costa de nuestro país. Inspirado en los jardines franceses de la época, ha pasado por varias administraciones y también por un periodo de abandono, pero hoy, junto a la Fundación Procultura, se levanta como un punto de interés capaz de cambiar el destino de Lota.

Para quienes crecieron en Concepción, el Parque Lota es un lugar que ha estado presente desde la época escolar, un lugar único en la costa de Chile del cual la mayoría sabe muy poco. Casi todos los relatos sostienen que fue un regalo de Luis Cousiño Squella a su esposa Isidora Goyenecha, un oasis de flores y aromas en medio de la contaminación de las minas de carbón, que simbolizaba el amor entre ellos.

Pensándolo así, no es casualidad que la estatua que recibe a los visitantes sea La Primavera, una mujer joven que lleva en sus brazos pequeñas flores y que da la bienvenida a este jardín de 14 hectáreas, con los años convertido en bosque, ubicado justo en medio del antiguo muelle y los piques Carlos y Alberto.

Más allá del romanticismo, el parque, fundado en 1870, fue diseñado por el paisajista inglés Bartlet, quien, inspirado en los jardines franceses de la época, incluyó árboles, esculturas, senderos y piletas para crear un diseño vanguardista, mezclando la formalidad de los jardines franceses de baja altura con el estilo contemporáneo inglés.

El recorrido pareciera no tener un orden establecido, más bien se trata de dejarse llevar por los senderos, que obedecen a la geografía, e ir descubriendo los pequeños escenarios construidos entre sus primeros dueños y la naturaleza, que durante años tuvo rienda suelta en este lugar. Como el espejo de agua, una piscina de pocos centímetros de profundidad y de fondo oscuro, cuyo objetivo era reflejar las estrellas y constelaciones; un espacio perfectamente pensado para observar el cielo durante las noches, y que hoy comparte el protagonismo con tres enormes araucarias y un tupido bosque nativo.

Hoy este pequeño Versalles, que pasó por diversas administraciones y también por un periodo de abandono cuando las minas de carbón cerraron en 1997, es administrado por la Fundación Procultura, la que ha articulado un proyecto junto a otros actores sociales para revivir esta localidad. El abogado Francisco Fuentes encabeza esta misión desde la misma comuna, donde vive hace dos años. “Sin la explotación minera Lota está a la deriva. El cierre de las minas dejó a seis mil mineros y sus familias de manos atadas, lo que luego se transformó en una pérdida de identidad principalmente de los jóvenes, que corresponden a la población que más deja la comuna para migrar a otras ciudades”, cuenta.

Es justamente ese fenómeno el que moviliza a distintas organizaciones, entre ellas la administración del parque, a plantear el desafío de convertir el patrimonio y el turismo en un eje de desarrollo para Lota. “El parque se transforma en un centro de gravedad para poder cumplir el sueño de atraer turistas y, también, para derribar estigmas sociales que recaen sobre la comuna y sus habitantes. Deja de ser una ciudad que solo alberga problemas, aquí también hay algo lindo que ver: el parque Isidora Cousiño”.

Este excéntrico jardín, que aspira a ser parte de la red de jardines botánicos de Sudamérica, posee más de 80 especies vegetales, originarias de Chile y traídas por la familia Cousiño de Norteamérica, Australia, Europa, Asia y África. Las esculturas son una colección de 57 piezas de hierro forjado, entre jarrones, pedestales y estatuas, todas de la fundición francesa Val d’Osne, la más importante del siglo XIX. La mayoría es de estilo neoclásico y representa a la música, poesía, escultura y arquitectura. Entre ellas destaca la pieza original de Caupolicán, escultura de Nicanor Plaza que representa al pueblo indígena.

Hacia el este del parque el recorrido termina en el mar, una geografía en punta coronada por el Faro Lutrin, que no corresponde al original, pero que aún se mantiene operativo. Desde allí la panorámica es absoluta: el golfo de Arauco, el antiguo muelle y los piques abandonados. Una vista privilegiada tanto como la vida de quienes lo crearon, una joya en medio de la precaria vida de los mineros del carbón de ese entonces, y que con el cierre de las minas arrastró por años pobreza, desempleo y abandono.

Desde 2009 esta obra es Patrimonio Nacional y se ha convertido en el escenario de distintas actividades para los habitantes de la zona, desde licenciaturas de establecimientos municipales hasta reuniones de clubes de adulto mayor o encuentros literarios. Hoy el parque es de Lota y corresponde a un hito dentro de la conquista social por sobre la propiedad privada. Junto al circuito Lota Sorprendente son el motor que impulsa a esta comunidad al desarrollo.

Botánica

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2022-01-03T08:00:00.0000000Z

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